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En esta sociedad tan cambiante y globalizada, advertimos una movilización tendiente a la búsqueda de valores que permitan crear estructuras de paz.
Tal como lo sostiene Gustavo Fariña, sentimos la necesidad de encontrar métodos “adecuados” para gestionar conflictos, y no como muchos los denominan, “alternativos” que nos permitan evitar su escalada.
Cada vez más vemos como el ser humano busca encontrar soluciones en su cotidiano, sin recurrir a las estructuras rígidas judiciales, por lo que estos métodos se han convertido no en algo alternativo, sino principal.
El profesional que gestiona el conflicto, es quien puede vislumbrar cuál es la herramienta más conveniente, ya que cada caso, cada conflicto, tiene sus peculiaridades. No siempre la vía judicial es la solución, aunque en algunos casos, será la única alternativa. Se trata de encontrar el camino adecuado para que la conflictividad no supere la racionalidad.
El “acuerdo”, la autocomposición, es un derecho del ser humano, y los operadores de derecho debemos reconocerlo, respetando la autonomía de la voluntad. Ofrecer a nuestros clientes el acuerdo como primera alternativa.
Entonces, se trata de ofrecer opciones al cliente según su naturaleza personal y la naturaleza de su conflicto, en búsqueda de soluciones objetivas y sostenibles.
Pero esto lleva a la necesidad de un cambio en nosotros como operadores de derecho, pues implica anteponer el interés del cliente al personal. Capacitarnos en las diversas herramientas para gestionar los conflictos, constituye una obligación ética básica para proporcionar a las partes de un conflicto, un amplio abanico que permita ofrecer una solución adecuada a sus necesidades.
Hemos sido formados tradicionalmente en el conocimiento del derecho. Hoy necesitamos formarnos en herramientas para gestionar los conflictos de manera satisfactoria.
La gestión positiva de conflicto requiere que nuestra intervención sea creativa. Estamos convencidos de que buscar estas soluciones no adversariales nos convierte en verdaderos promotores de la paz social, agentes de pacificación en los conflictos interpersonales y sociales, y responde a las necesidades de nuestra sociedad, a cuyo servicio debe estar el derecho y sus operadores.
Esto también requiere un cambio de políticas públicas que permitan generar los marcos normativos para estas herramientas, como lo son la mediación, la conciliación, el arbitraje y el proceso colaborativo.
No se trata como dice William Ury de eliminar el conflicto, sino de cambiar el modo en que se afrontan las diferencias, reemplazar los medios violentos, por acciones no violentas, cambiar la cultura del conflicto en sí.
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